Líneas de soluciones.
Ya se han apuntado algunas, vamos ahora a agruparlas en unas líneas generales. Cuando se llega a niveles altos de desencuentro, probablemente muy angustiante y generador de malentendidos y autoinfravaloraciones, los expertos en Sexología aconsejan que, como primera medida, quien tiene más deseo intente siempre adaptarse al ritmo de quien parece tener menos. ¿Por qué? Pues en aras de la continuidad de esa relación, pero también porque quien recibe más presión es quien tiene menos deseo -por más que quien experimenta más pueda sentirse muy angustiado-.
La segunda medida será hacer un esfuerzo por comunicarse, hablar del problema lo más abiertamente posible, y para ello será de gran ayuda iniciar estos diálogos fuera del ámbito doméstico, haciendo un continuado esfuerzo por usar un estilo impersonal, abstracto, sin señalar ni mencionar nunca al cónyuge. Si este diálogo falla, hay que plantearse claramente el recurso a un terapeuta sexual o de pareja.
Finalmente, como tercera medida, puede ponerse empeño en mejorar o reaprender alguno de estos puntos: compartir equitativa y lúdicamente algunas actividades, cambiar hábitos relacionados con horarios y espacios (no hacerlo siempre por la noche al acostarse), acostumbrarse a hablar sobre sexo, expresar adecuadamente las propias emociones, como la ira (vehicularla de modo constructivo y nunca sobre la otra persona), el afecto o cariño (los hombres tienden a inhibirlo por la educación recibida), o directamente en el terreno sexual reaprender a no tener en cuenta el tiempo, prolongar desde el beso a los juegos preliminares, introducir variedad (vendarse los ojos, atarse, hacerse un masaje, usar un juguete sexual, masturbarse juntos,…), nuevas formas de acercamiento (o formas amables de rehusar cuando en el pasado se ha tendido demasiado a contentar a la pareja), preguntar a la pareja qué le apetece y de qué forma, compartir las fantasías sexuales, atender debidamente el clítoris en la mujer, explorar en el hombre zonas erógenas insospechadas hasta por él mismo, etc.
Una cuarta línea de actuación la constituye la psicoterapia, ya sea de pareja o individual. La terapia de pareja es aconsejable cuando se localiza como causa la propia dinámica del vínculo con la pareja, con serias dificultades en la comunicación, alteración de la intimidad, o con luchas de poder, rencores o reproches incontrolados. La terapia individual será apropiada cuando se identifique o sospeche un trauma o abuso sexual, un trastorno de la autoimagen corporal, temor a envejecer o rechazo radical de la intimidad.
Hay que cultivar la intimidad. O… por qué no negociar.
Es tan importante que merece un capitulito aparte. Ya hemos dicho que puede ser necesario reaprender a dedicar más tiempo a la pareja y a la relación en sí. Pero importa mucho la calidad de ese tiempo. Antes que la intimidad sexual, es necesaria la intimidad en el resto de esferas de la relación, y es que además ésta será una auténtica antesala del deseo sexual espontáneo e intenso. Esta intimidad comporta valores o sensaciones como comodidad, seguridad, calidez, contacto físico, confianza y complicidad, que incluyen la sensación de 'poderse abandonar' en la otra persona, de abrirse o exponerse completamente a ella, es decir ceder el control de la propia vulnerabilidad, y que resultan pues fundamentales para el bienestar emocional mútuo y de cada uno. De hecho estos valores están muy cerca de lo que se consideraría amor verdadero.
Por supuesto, la intimidad no es necesaria para la aparición del deseo, ni para tener sexo con otra persona; incluso puede usarse el sexo como un medio para evitar la intimidad. Pero aquí se promueve el desarrollo de la intimidad emocional, porque es beneficiosa para hacer resurgir el deseo sexual inhibido, porque, como se acaba de decir, favorece que la persona se deshaga de inhibiciones o autocontroles sobre su propia emotividad, su expresividad, y su cuerpo.
Cuando se ha deteriorado la intimidad emocional con la pareja, puede utilizarse el recurso del pacto o negociación. Esto significa que cualquiera de los aspectos a cambiar puede recibir un primer impulso si se habla y se pacta con la pareja En cierto modo esto implicará que la estamos avisando de nuestra iniciativa, y que esperamos que se implicará y cooperará de forma constructiva. Puede pactarse, por ejemplo semanalmente, el tiempo y las situaciones en que se pueda coincidir, ya sea para hablar, salir, delegar en terceras personas el cuidado de los hijos, compartir una actividad física relajante, una actividad cultural o lo que sea, pero nada de índole sexual puede ser ahí planificado, es más, sería recomendable evitar por un tiempo expectativas inmediatas de buen sexo, así como la penetración coital. Esto puede permitir que reaparezca el cariño por el cariño, que en el pasado quizá se ha pervertido al confundirse errónea y sistemáticamente con un preliminar de la actividad sexual.
Si estos intentos, incluso los que incluyen algún tipo de pactos, no acaban de funcionar y se sospechan razones extrañas o persisten actitudes de evitación, puede existir por parte de alguien un temor al despliegue de esa misma intimidad. Otros temores estarán sin duda asociados, y pueden ser de diversa índole: temor a que se rompa un 'status quo' -que puede ser ya pura inercia o frágil equilibrio- y por tanto a que se rompa la relación, a que afloren inseguridades o carencias importantes -que se han podido estar tapando desde el inicio de la relación-, a que se pierda un poder ilusorio sobre el otro, a provocar un embarazo indeseado, a hacer daño, a no demostar suficiente habilidad como amante, a la no aceptación de la propia imagen corporal, etc. Ante la sospecha de tales resistencias, o si no consigue la suficiente confianza o buena disposición, no habrá que dudar en solicitar la orientación de un/a psicoterapeuta, de pareja o individual.